miércoles, 31 de diciembre de 2008

Sentencias abusrdas y un invitado de excepción: Arturo

Tiene cojones lo que voy a contar. Y es que el Señor Arturo me ha jodido un artículo, así, por la puta cara. Y lo peor, la cara de tonto que se me quedó en el momento de leerle yo a él.
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Resulta que un par de buenos amigos me dijeron no hace mucho que alguna de las entradas de este blog tenían cierto parecido con algunos de los artículos que Arturo Pérez-Reverte firma los domingos en la revista XL Semanal, sin duda una de las mejores publicaciones que uno puede encontrar hoy en día y que elementalmente yo devoro de principio a fin, incluida como no la página "Patente de corso". Aunque tal afirmación resultó ser un elogio para mí, uno es de sobra consciente al cien por cien de que tal comentario no tiene absolutamente nada de cierto. Reverte es, aparte de uno de los miembros de la RAE y un tipo con mucha escuela por su pasado de reportero de guerra, un escritor con toda las de la Ley y yo no soy más que un insignificante hombrecito del montón que escribe tonterías en un blog con el único fin de que las lean sus cuatro amigos y algún que otro despistado que caiga por aquí. Pero bueno, al menos así me doy cuenta de que aun queda gente que me aprecia y que desean verme contento, aunque sea a base de mentirijillas.
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El caso es que en mi "pedeá" tenía preparada una entrada para publicar en este blog en la que hablaba sobre la lamentable sentencia dictada por un juez en la que condena a una madre a cuarenta y cinco días de cárcel y a un año de alejamiento de su hijo de diez años, porque hace ya unos años le dio una colleja, como bien dice Artuto. Y este domingo abro el XL Semanal y me encuentro con que Arturo Pérez-Reverte habla también sobre ese tema en su Patente de corso. Y además resulta que coincidimos en muchas cosas, solo que mi artículo contenía unos cuantos "tonto del culo" e "hijos de puta" de más, sabedor de que solo seré leído por tres o cuatro almas y de que por ello no iré a la cárcel, aparte de permitirme comparar a algunos representantes de la justicia con Mortadelo y Filemón.
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Ahora resulta que se me han quitado las ganas de publicar mi artículo, porque total, ya está todo dicho. Solo hace falta leerse XL Semanal. Además no me apetece ser acusado de plagio por esos amigos que tanto me aprecian. Pero sí que me apetece decir que qué se puede esperar de una justicia que te envía a la cárcel por conducir un coche sin consecuencias con cuatro copas de más o con medio gramo de perico danzando por tu cuerpo, a la vez que esas mismas cantidades sirven para rebajar una condena por ser un atenuante, si mañana te meten una puñalada. Gaby, Mikiki, Milikito y Fofito no lo hubiesen hecho peor.
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Otra cosa que tengo clarita también, es que si algún día y por alguna razón me viese obligado a darle un cachete a mi hijo y algún miembro de esas asociaciones de derechos infantiles me viese y me llamase la atención, es probable que me viese obligado a visitar al menos dos veces el juzgado. Una de ellas para responder por el absurdo e inocente cachete, muchas veces unido a una buena educación, que no es lo mismo un cachete que una paliza. Y la otra por la somanta de ostias que le iban a caer al cantamañanas de los cojones.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Las monjitas de Illescas y Sor María Isabel




En mi último post publicado hace solo uno días, hacía mención entre otras cosas al gran atracón de Nochebuena. Pues bueno, solo unas horas después de publicar dicho artículo, leí en una gran revista de tirada "semanal", nunca mejor dicho, una entrevista a una tal Sor María Isabel. La verdad es que en mi vida había oído hablar de esa mujer, que al parecer lleva ya unos cuantos libros publicados sobre cocina, pero me llamó la atención lo suficiente como para dedicarle un trocito de mi blog.


En dicha entrevista, Son María Isabel afirmaba que su menú para esta víspera de Navidad será como siempre: cardo con salsita de almendra y una tortilla francesa. Sin más lujos y sin más ostentaciones culinarias. Y no se porqué, pero fíjate que la creo. También dice que la cena del resto del año consiste en verduras y sopa de leche. Siempre lo mismo.


No deseo entrar aquí a valorar o a juzgar a este gremio de mujeres al servicio de una iglesia quizá algo anticuada, pues sin duda es algo que no entiendo ni creo que entenderé jamás, aunque no me cabe la menor duda de que su fe y su amor por Dios está muy encima de mi capacidad de razonamiento. Pero me apetece contar que cuando hace unos años, no muchos, tuve la ocasión de visitar el convento de clausura de Illescas, en la provincia de Toledo, me llevé una impresión imposible de describir. Por un lado, vi a varias personas encerradas entre cuatro paredes, como presas de una sociedad extraña, cumpliendo una dura condena perpetua por algo que jamás cometieron, pero por otro, vi a unas mujeres felices y encantadoras, las cuales desbordaban humildad, infinito amor al prójimo y un espíritu que el resto de mortales deberíamos de envidiar durante toda la vida. Cada monjita nos contó su historia y cada historia era digna de ser escuchada y guardada para siempre en el corazón de quien la escuchaba. Yo así lo hice, aunque cuando salimos de allí para continuar con nuestro viaje hacia Málaga y mientras el resto de vecinos de Illescas parecían ajenos a aquella realidad, no se porqué razón sentí una gran angustia en mi interior. Hoy es el día que al recordar aquel momento y aquellas conversaciones con aquellas buenas mujeres a través de unos fríos y oscuros barrotes, sigo sintiendo aquella misma sensación de angustia. Angustia, un enorme cariño y mucho respeto por ellas. Aunque jamás en la vida creo que las llegue a entender.

martes, 16 de diciembre de 2008

Había una vez... un circo y una Navidad







Como todos los años por estas fechas, llega a mi ciudad el mayor circo del mundo. El Gran Circo Mundial de la Navidad. Un lamentable espectáculo lleno de payasos y domadores de absurdos esperpentos que cuelgan cada vez más, tanto en tamaño como en cantidad, de balcones y ventanas, acompasados por lucecitas que se encienden y se apagan, como si a estas alturas aun fuese algo que gustase y llamase la atención. ¿De verdad que a nadie le han entrado ganas de liarse a pedradas? Porque a mí me resulta el colmo de la ordinariez y la horterada. Y todo ello sin entrar en temas de seguridad, que más de un incendio ha tenido origen ya en la escasa calidad de dichas lucecitas, adquiridas muchas veces en comercios de dudosa confianza. Y a mí si un fulano quiere meterle fuego a su casa, tres cojones me importa, pero en la mayoría de los casos, acaban pagando justos por pecadores y eso empieza a importarme ya un poco más que esos tres cojones anteriormente mencionados.
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Un circo lleno de numeritos circenses trucados, como no, como ese del buena cara incluso del que sabes de más y de sobra que te odia de toda o casi toda la vida y que bien a gusto le hubieses partido la cara quinientas veces ya. Que si feliz Navidad y tal. Que si feliz año nuevo y cual. Como aquel refrán del "A Dios rogando y con el mazo dando". Vamos, que más falsos que Judas. Pero como es navidad, pues todos felices, contentos y sonrientes.
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Y por las calles de mi pueblo y creo que del resto de pueblos, cuelgan bulgares carteles publicitarios que nos venden la puta Navidad en forma de lucecitas y más lucecitas a modo casi de gran puticlub, que inocentemente pagamos entre todos, a la vez que estampitas metidas en mi buzón por los mismos que mandan colocar dicha iluminación, me dicen que ahorre cuanto pueda en gas, luz y agua. Que la energía natural escasea. Pero el consumismo puede con todo. Y manda huevos que lo diga yo, que sueño a diario con ese móvil de última generación, ese portátil al que solo le falta hablar o con el plasma de ocho mil millones de pulgadas.
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Y entre número y número de este circo, en la tele me saturan con anuncios donde algunos parece que tiran la casa por la ventana regalando miles o millones de minutos gratis de poder hablar por teléfono, como si de verdad yo quisiese hablar más de tres minutos seguidos con alguien sin ser cara a cara mientras se me calienta la oreja por el puto terminal, que digan lo que digan, de bueno tiene que tener bien poco. Aunque me lo diga una ovejita con una voz que me recuerda la ostia a Siete Vidas. Qué acertado el condenado animalito, por cierto, pues entre ovejas y borregos anda el juego, la verdad. Y tras la ovejita Alonso, que a pesar de todo parece divertida y así me entretiene y no leo la letra pequeña que pasa a toda ostia por la parte baja del televisor donde dice que me ataré para casi siempre con esa asquerosa compañía, más anuncios de turrones, de colonias en francés, adeseeles que prometen velocidades que no alcanzan ni de asomo, de la puta lotería, buena idea pa sacarnos los cuartos año tras año a cuenta de la puta ilusión que le pierde a uno, de juguetes y juguetes, de consolas que no consolan y lo que ya clama al cielo: telemaratones de mierda en cadenas que facturan millones y millones, donde famosos y famosillos, algunos de renombre y otros tan pringaos como el que más, intentan tocarme la fibra sensible para que done mi dinero, como si a mí me costase ganarlo tan poco como a ellos, que por un buen puñado de muchos euros, algunos cuentan hasta como, cuando y donde se la chupan a quien haga falta por sucia que la tenga y tan solo consiguen tocarme las pelotas con tanta hipocresía y en el mejor de los casos que cambie de canal, cuando no tirar la tele por la ventana y con algo de suerte hasta pillo debajo al del noveno, que es de los de buena cara en Navidad y pedazo hijo de puta el resto del año, o al alcornoque del papa noel que cuelga de su ventana y me da el reflejo con sus luces a todas horas en mi salón. Por dios... que asco me dan esos gordinflones importados de tan allá...
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Y llegada la noche clave, por cojones que me tengo que pegar el atracón, aunque mañana pase sed o hambre, pero estamos que nos salimos. Como si se acabase el mundo y hubiese que comérselo todo. Y si protestas, eres raro. Cuando no peor: - ¿tan poco te importa la familia? -. ¿Y que cojones tendrá que ver la familia con estos quince kilos de langostinos que no entran ni en la mesa? que digo yo. Así que prefiero pasar por raro que por antisocial. Aunque en la mitad de los casos esas entrañables familias que hoy tanto parecen quererse y disfrutar, se odien a muerte, que todos conocemos casos y casos.
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Y poniendo el broche final a este absurdo espectáculo circense o parodia internacional, nos llegan los Reyes Magos. Vamos, que estas alturas ya nadie cree en Dios y ni Dios cree en aquel niño Jesús, enjendrado sin necesidad de un buen polvo, como tú o como yo, pero los Reyes Magos parecen sagrados, incluida la cabalgata, que cada año se parece un poco más al desfile del día del orgullo gay e incluidos los roscos, que encima va y te toca la alubia o figurita, que a saber donde habrá andao antes de que el pastelero o el aprendiz, que en estas fechas hay mucho trabajo, la haya metido ahí, y todos te gritan que el año que viene te toca pagar el rosco a . Y yo siempre acabo preguntando: - vamos a ver: ¿a quien cojones se le ha ocurrido comprar esta mierda otra vez? -. Si es que tienen que rellenarlo con nata, por que si no, no hay cristo que le meta mano de lo seco que está. Pero años tras años, el rosco está presente en la mesa en el día de Reyes.
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Podría hablar también de los villancicos, pero créanme, solo de pensarlo, me entran hasta ganas de vomitar. Muchos dicen que ahora cambiaré la forma de pensar, que con un niño se vive diferente la Navidad,. Y sí, puede que cambie de forma, pero de forma de actuar. Jamás de forma de pensar.
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Lo triste es que al final a uno no le queda más remedio que formar parte de esta mierda de circo, aunque sea de mero y pasivo espectador. Aunque puestos a decidir, si de verdad pudiese elegir un papel, yo cogería sin duda el de taquillero. Así podría colgar de inmediato aquello de "no hay billetes". Y a tomar por el culo este circo de una puta vez.
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Dedicado a mi buena amiga "Ceferina", que me da a mí que este año tiene tantas ganas de tonterías navideñas como yo.




domingo, 14 de diciembre de 2008

1.990


Entre noches y noches sin dormir, a lo que seamos sinceros, uno lleva ya muchos años acostumbrado, rebuscando en los bajos fondos del disco duro de mi ordenador y en los viejos y olvidados albumnes de fotos que uno creía ya perdidos a causa de la mudanza de hace algún tiempo, me he encontrado con esta fotografía, la cual tiene ya casi 19 largos años y me recuerda lo viejo que soy. Yo era un crío de dieciocho añitos recién cumplidos, que acababa de empezar "la mili" y esa ambulancia, a la cual conocíamos como "500-3ª" fue mi compañera durante algo más de un año. Hoy aún sigo perteneciendo a la entidad, aunque por falta de tiempo quizá no le dedico el tiempo que me gustaría.
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Pero no es la Cruz Roja ni mi servicio militar lo que me ha llevado a escribir este post, sino el tiempo que ha pasado desde entonces... Algo me dice que ya no soy un niño. Y no digo que cualquier tiempo pasado fuese mejor o peor que hoy, pero lo que sí tengo muy claro, es que ya nada volverá a ser lo mismo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Bievenida mi nueva vida

Han sido ya varias las personas que al llamarme en los últimos días, me preguntaban el porqué de mi abandono repentino de mis Mundos Azules, pregunta a la que yo no le daba mucha importancia, pues en ningún momento he considerado que haya dejado de lado mi blog, pero de repente cuando esta noche me ha dado por echarle un vistazo, me he sorprendido y me he quedado un rato en trance. Hace más de un mes que no escribía nada. Un mes, que se dice pronto. Y eso que tengo la PDA llena de bocetos con tonterías varias con las que llenar unos cuantos post, pero no consigo sacar un minuto para acabarlas y mucho menos para publicarlas. Y claro, con todo ello, algunas de las cosas están ya fuera de lugar. Porque seamos sinceros, a estas alturas, ya es un poco tarde para decir lo sinvergüenza que puede ser la Esperanza Aguirre por correr como una puta rata con sandalias y calcetines con olor a puro marketing, dejando en tierra de combate a sus compatriotas, verdad?

Estoy viviendo unos días, que a pesar de ser maravillosos, son también un tanto extresantes y apenas saco tiempo para mis cosas cotidianas de antes. Vamos, que mi vida ha cambiado. Y no para mal, que conste, aunque reconozco que es un cambio tan brusco, que hay momentos de agobio.

Ayer le enviaba un e-mail a Carmen, una vieja amiga de Peñaranda de Bracamonte que también está ahora embarazada y la contaba un poco como eran mis días, para que así no la pillase luego a ella desprevenida, y la decía algo así:

"Total, que le das o bien el biberón o bien el pecho, dependiendo de lo que cada una pueda, pongamos que a la 1 de la mañana, por poner una hora que sirva de ejemplo y porque las cosas como son, a cualquier hora le puede tocar. Tardas mínimo unos tres cuartos de hora, cuando no es más, ya que el niño no se lo bebe todo de golpe, sino que se queda dormido cada tris tras y hay que andar despertándole a cada instante. A la 1:55 te dispones a dormir, pero va el jodido y se pone a llorar. No sabes qué es lo que le pasa, así que le miras por si acaso se ha meado o se ha cagado, pero resulta que no, ni lo uno, ni lo otro, así que le vistes de nuevo, le das unos toquecitos en la espalda, resulta que te echa un par de eruptitos con pelín de vomito, que elementalmente tienes que limpiarle y ale, a dormir. Pero de repente y antes de dejarle en la cunita notas que huele mal y le miras otra vez por si se ha cagado y esta vez resulta que sí que se ha cagado. Ya son las 2 y media de la mañana. Le limpias, le cambias, recoges todo y a dormir. Las 3 menos cinco de la mañana. Entre que te duermes, te entra el sueño porque ya estás totalmente desvelado y demás, las 3 y cuarto. Y a las 4 suena de nuevo el despertador, pues le toca otra vez, ya que hay que darle cada tres horas, y son tres horas desde que empezaste la toma anterior, no desde que la acabaste, osea, tres horas a partir de la 1 de la mañana. Le das la toma, le miras por si ha cagado... llora, el eruptito... se mea... a la cama cuando ya son las 6 menos cuarto. Esta vez ha habido suerte y has ganado diez minutos, pero de nuevo estás desvelado y dormirse no es tan fácil. Y lo peor es que sabes que a las 7 le toca otra vez. Y eso si hay suerte y antes no le da por llorar, claro está. Luego ya de día, te suena y te suena el móvil. Y cuando no es peor y lo que suena es el portero automático: tus padres... los de tu mujer... tus hermanos, los de tu marido... tus amigos... tus tíos... tus primas... el vecino del octavo, el del bar de abajo de tu casa... y la madre que les parió a todos... Se te llena la casa de gente. No ganas para cervezas, coca colas, patatas fritas de bolsa y galletas surtidas de esas que una vez que abres, como sobre alguna se te ponen blandas para el día siguiente. Y todo dios con la misma historia: que si qué niño más guapo... que si ¿qué tal el parto?... que si se parece al padre pero con la sonrisa de su madre, aunque en la puta vida la hayan visto sonreír, pero... es lo que hay. Y tu con una sonrisa de oreja a oreja, mientras te mueres de sueño y te cagas en los más profundo. Solo deseas que llegue la noche para meterte en la cama y dormir, pero sabes que a la 1 le toca el bibe... y a las 4... y a las 7... Y mañana volverá a sonar el teléfono. Y lo que es peor... el portero automático."



Claro, que aunque la historia tiene mucho de verdad y uno vive entre la nube de ser padre y entre el agobio por la que se le avecina, el asunto merece la pena. Uno se puede tirar horas y horas mirando al pequeño príncipe de la casa, aunque este se tire las mismas horas sin hacerte ni puto caso y solicitándote tan solo cuando le entra el hambre. Es un sentimiento difícil de explicar. Y a pesar de todo, que nadie dude que uno agradece la visita de toda aquella gente a la que aprecia. Pero me resulta gracioso narrarlo así. Anda que no habré tocado veces el portero yo cuando los que parían eran los demás...

Por cierto, os presento a Gaizka. Forma parte de este mundo desde las 5:20 de la mañana del día 20 del pasado mes de noviembre. Un joyita con forma de niño.





Gaizka. 10 días.