viernes, 29 de mayo de 2009

Mes y pico después... casi dos


Ya no se ni el tiempo que llevo sin escribir nada en mi Blog. Bueno, miento, porque en realidad sí que lo sé. Todos lo sabemos. A cada entrada le acompaña su fecha de publicación, pero es que tampoco se me ocurría otra forma mejor para empezar, qué coño. Así que insisto: ya no se ni el tiempo que llevo sin escribir nada en mi blog.
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Digamos que apenas saco tiempo para ello, pues no solo necesito los quince o veinte minutos que me puede llevar el teclear estas letras en un ordenador, sino en ocasiones horas, muchas horas de pensar. Porque ya de ponerse a la faena, hacerlo con fundamento, no? Aunque a veces aun pensando, uno no diga más que tonterías. Pero en un simple blog de un simple mortal, eso es lo de menos.
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Pero las cosas están como están. El papel que desempeño desde hace ya unos meses de padre me roba mucho tiempo. Demasiado. Aunque no sea esta la definición correcta, pues es una tarea que realizo con cariño. Pocas cosas hay más gratificantes que ver crecer a tu hijo. Verle jugar. Dormir. Comer. Sonreír. Hacerse grande. Y luego el trabajo. De noche. Siempre de noche. Soy de ese tipo de gente al que nunca gustó madrugar. Y eso de levantarse después de las 3 de la tarde solo es cosa de artistas de mala vida y de pringaos como yo, pero no me quejo, aunque al despertarme ya haya jodido medio día.
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Pero a lo que iba. Mi absoluto abandono del blog. Que ya me ha supuesto alguna regañina. Como la de la muchacha de Los Viernes Al Sol, que cada vez que me localiza por la red, bronca al canto. Y en este tiempo fueron muchas las cosas que quise contar, pero a veces y aparte de ese tiempo del que uno carece, la falta de inspiración y la forma de abordar ciertos temas, hacen que pase la ocasión. Y aunque vale más tarde que nunca, o eso dicen los remolones, en ciertas cosas el paso del tiempo hace que el producto caduque sin remedio.
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Quise hablar en su momento sobre la recuperación de Jesús Neira, pero hablar de ese gran hombre, suponía hacerlo también de una gran miserable. Y pasé. Quise hablar de Marta, la chica desaparecida de Sevilla, pero me pareció un tema demasiado serio y yo que me caliento enseguida, hubiese jurado más alto que lo que se suele jurar. Y al final la justicia acostumbra a ser demasiado injusta. Y pasé. Quise hablar de la final de la Copa del Rey, pero no de fútbol precisamente, sino de lo hasta los huevos que estábamos aquellos a los que no nos gusta y pasamos semanas aguantando el circo. Y pasé. También con la resaca de aquella dichosa final, quise hablar sobre las críticas que algunos lanzaron contra aquellos que hicieron negocio con la reventa de entradas. Como si el fútbol no fuese ya de por sí un gran negocio. Tiene cojones la cosa. Yo si hubiese conseguido alguna, la hubiese puesto a millón. ¿O es que los futbolistas son hermanitas de la caridad? Ni colores, ni sentimientos, ni pollas. La pela es la pela, cojones. Pero también pasé. Quise hablar de Antonio Vega. Para muchos solo un puto yonki hasta el día antes de morir. Sin embargo el día después era ya un gran artista. Para mí un simple gran músico y compositor. Ayer y hoy. Para otros, una dulce vía de negocio. Libro, disco, deuvedé y la madre que les parió a todos. Putas ratas de cloaca. - País de miserables, mire usted -, por si me lee algún gallifante de la industria. Y también pasé. Aunque mira tú, sin querer, acabo de decirlo todo. Quise hablar de nuevo de la muerte. De alguien que perdió a su padre como yo perdí al mío, pero no me atreví. Y tampoco saqué fuerzas. Ánimo, Silvia. Y quise hablar de otro montón de cosas sin apenas importancia, pero si no tenía que cambiar un pañal, tenía que aprender a jugar. Y si no vete tu a saber el qué, pero siempre sin parar. Pero aquí estoy. Nunca me fui. Y seguiré contando cosas. Aunque a veces no sean más que tonterías.