viernes, 23 de marzo de 2018

“Dos historias reales, como la vida misma, parecidas entre ellas, que ni siquiera iguales, con un final demasiado diferente”


Hace solo unos días, concretamente, el 8 de este mismo mes de Marzo, día de la mujer, quien ahora escribe, salía a la huelga por la igualdad entre hombres y mujeres. Y repito, por si no ha quedado del todo claro: servidor salía a la huelga por la IGUALDAD entre hombre y mujer. He dicho bien. Hombre y mujer. Igualdad. Pero igualdad, no solo en derechos laborales, económicos, sociales y demás, no solo en lo bonito, sino en todo. Igualdad es igualdad. Mismos derechos, mismas obligaciones. También igualdad en justicia. Pero esto, por desgracia, no es así. Y es algo que no puedo evitarlo, pero me repugna. Hoy más que ayer. Quizás también, menos que mañana. ¿Y porqué digo esto? Sencillo. Ahora se lo explico. 

“Dos historias reales, como la vida
misma, parecidas entre ellas, que ni siquiera iguales, con un final demasiado diferente”

Primer acto: María y Alex llevan doce años casados. Desde hace meses, no se llevan del todo bien. Su matrimonio hace aguas y huele a separación. De repente un día, ninguno de los dos sabe como, llegan a las manos. Ella le da un tortazo a él, o él se lo da a ella, nadie sabe en realidad como ha sido, porque cada uno dice una cosa bien distinta. “Ha sido él; no, ha sido ella; no, él; no ella; él, ella”. Alex, al final, responde, eso sí queda claro, con dos puñetazos y con un corte, no muy profundo, que le hace a Maria en un brazo, no queda claro si con un cúter o con unas tijeras. El arma no aparece nunca. Alex es detenido de inmediato, puesto a disposición judicial, quien ordena su ingreso inmediato en el talego y cuando sale el juicio, es condenado a ocho años de prisión, condena a la que acompaña una orden de alejamiento sobre Maria, cuando salga en libertad, de otros cinco años más. Hasta aquí, podríamos decir que todo correcto. La violencia ha de tener su castigo. Basta de violencia. Insisto, basta de violencia. A secas. Sin coletillas. La chorrada esa de “de género”, me repugna. Maldito el mal nacido que se la inventó. 

Todas las televisiones se hicieron eco de la noticia. Ana Rosa Quintana hizo varios directos con la agredida y una noche, en horario “prime time”, hubo hasta un especial. La prensa, en general, le dedicó varias paginas al suceso. Pobre Maria. Maldito Alex. 

El ayuntamiento convocó una concentración en muestra de repulsa, a la que acudieron un 80% de mujeres y un 20% de hombre. Allí, un representante del consistorio, hizo lectura de un comunicado en el que se condenaban este tipo de actos y pedía que “ni una mujer más agredida”. No hablaba de personas. Solo de mujeres. Ni de listos, ni de tontos. Ni de guapos, ni de feos. Ni de niños, ni de hombres. Solo de mujeres. “Ni una agresión más a una mujer”. 

Segundo acto: Ana y Luis. Se casaron solo dos semanas después que María y Alex. Pasados los años, tampoco andaban muy bien. Ya han tenido varios conatos de violencia que nunca han llegado a más, pero no de él hacia ella, sino al revés. De ella hacia él. O al menos, eso es lo que indican las denuncias. Luis ha puesto más de una contra Ana. Ana ninguna contra Luis. Todas por violencia física y amenazas. 

Se sospecha que Ana se ve, desde hace tiempo, con otros hombres, pero seamos claros: eso hoy en día, es demasiado habitual. Lealtad y fidelidad, son un don que, o se tiene o no se tiene. Y no todo el mundo posee. Hasta que un día, nadie sabe ni cómo ni porqué, ella apuñala a Luis con un cuchillo de gran tamaño. Cuando llegan policía y ambulancias al domicilio, a quienes llama él mismo informando del suceso, Luis se encuentra tirado en el suelo, inconsciente, rodeado de sangre y con una grave puñalada que, en principio, preocupa extraordinariamente a los sanitarios, quienes temen por su vida. Luis es trasladado de urgencia al hospital, donde, tras ser intervenido de varios órganos vitales, aún se debate entre la vida y la muerte. Ana es detenida y puesta a disposición judicial, para concederla la libertad casi de inmediato. No han pasado ni 36 horas del encontronazo. Ella alega defensa propia. Él aún no ha alegado nada. Todavía, y por su estado, no han podido tomarle declaración. No saben las posibilidades que tiene de vivir.

No ha salido en ninguna televisión. En algunos periódicos, le han dedicado un pequeño recuadro sin importancia. Nada más. Ningún acto de condena, ni concertación. En el ayuntamiento, no ha sacado el tema ni él ordenanza en la máquina del café. 

Resultado final: Alex, el protagonista de la primera historia, quien le dio dos puñetazos a María y le hizo un leve corte en un brazo con unas tijeras o cúter que nunca han aparecido, ha sido condenado a 8 años de cárcel y a otros 5 de alejamiento. Las versiones eran del todo diferentes. Aún así, le condenaron. No ha pisado la calle desde el mismo día de los hechos, cuando fue detenido. Primero, prisión preventiva. Luego, la condena. Y cargará para siempre con el san Benito de “maltratador”. 

Ana, la protagonista de la segunda historia, que ha admitido agredir a su pareja con un cuchillo de grandes dimensiones, aunque alegando defensa propia y presentando ella misma también unas leves lesiones, de las cuales uno de los policías dice: “podría habérselas hecho ella misma”, y el otro contesta: “o incluso el marido, pero al tratar de defenderse del apuñalamiento”, porque son lesiones muy leves para una pelea de ese calibre y esa “defensa propia”, 36 horas después del apuñalamiento, es puesta a disposición judicial y queda en libertad. Sí sí, como lo leen. En libertad. A Luis todavía no han podido tomarle declaración. Se debate en la UCI entre la vida y la muerte, pero la simple versión de los hechos de Ana, sirve para dar por buena su defensa propia. Eso y la ley de violencia de género, que ampara siempre a la mujer solo por ser mujer y castiga siempre al hombre solo por ser hombre. Ah, aún no os lo he dicho, pero Ana tenía, desde hacía poco, por otra agresión, una orden de alejamiento de Luis. Sí sí. Ella de él, no al revés. No me he equivocado al escribir. 

Y a esto le llaman, como ya he dicho, “violencia de género”. Y perdonadme, mujeres del mundo. Perdonadme, amigas. Compañeras. Conocidas. Perdóname, madre. Perdóname, esposa. Perdóname, tía, prima, sobrina... Pero esto no es justicia. Esto no es igualdad. Esto no es feminismo. Esto es machismo. Esto es hembrismo. Eso es hijoputismo. Un atentado en toda regla contra el honor de las personas de un tipo concreto de sexo. Esto es marcar una diferencia muy grande entre las personas por razones de sexo y eso mismo, creo, va contra la propia Constitución española, esa a la que se agarran muchos cantamañanas solo para lo que ellos quieren. Esto, seamos claros, es una puta mierda, pero puta, puta, puta, puta mierda de justicia, que se ha inventado el hombre a su libre albedrío, el político, el mangante, el que tiene la sartén por el mango, el políticamente correcto y bien queda de mierda, al que el hembrismo más rancio y radical y hasta muchas que van de feministas, pero que en el fondo son más machistas que un cardenal, aplauden. Y no, esto no es igualdad. Esto es una puta mierda pinchada en un sucio palo. 

Y mientras yo les cuento esto, Alex cumple condena por violencia de género. Le quedan aún más de 7 años en el talego, viviendo una experiencia que nunca en su vida imaginó. Maria vive en la casa de Alex con otro hombre. Luis se debate entre la vida y la muerte, sedado y sin dar aún su versión de los hechos, porque no puede ni hablar. Y Ana, la que para mí ha intentado asesinar a Luis, está en libertad, contándole a sus amigos lo hijo de puta que ha sido Luis y que menos mal que le clavó el cuchillo, que fue en defensa propia y que se lo merecía. Y yo, que conozco a Luis, no dejo de pensar “qué cojones, pero si ese tío era un puto trozo de pan”.  Y encima, Ana sabe que si Luis fallece, ella cobrará una pensión de viudedad. 

Pero la ley sobre la violencia de género, es así. Una mierda. Una puta mierda. El año que viene no saldré a la huelga el 8 de Marzo. Que alguien me lo recuerde si en algún momento digo, llegado el día, lo contrario, por favor. No, mientras las propias leyes hagan diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a este tipo de cosas y nadie diga: esto hay que cambiarlo. La lay ha de ser severa, pero para todos, no sólo para nosotros, por tener una polla y un par de huevos. Así NO. Así os vais todos a la mierda.