domingo, 22 de mayo de 2011

Tino vota. Marta gana.


Marta gana. Tino vota. 

Tino no entiende de política. 

Marta vive de ella. 

Tino está casado y tiene dos hijos aun pequeños que ya andan, pero aun no saben hablar. 

Marta no quiere hijos. Alega en su defensa que con ellos no podría viajar como viaja ni vivir como vive. A cuerpo de reina. O de concejala. De diputada o de ministra. Pero a cuerpo de algo. Por ahí van los tiros. Casta los llaman. Por algo será. De sarao en sarao. De pleno en pleno. De congreso en congreso. Al final, para el que no sabe, todo le suena igual. Quince días en Irlanda, quince en Japón. Quince en la playa, quince en la casita de la montaña. Otros quince allá en la Conchinchina -¿existe la Conchinchina?-. Y el resto de tiempo,  sin clavarla mucho, tampoco nos vamos a engañar. 

Tino tiene una hipoteca de más de mil euros mensuales y cuatro cláusulas abusivas que ni se plantea denunciar. Con solo ver a Rato, tan inocente y sonriente por la tele, ya le dan náuseas y malas tentaciones. Al final de su vida, habrá pagado dos pisos. Con suerte para el banco, puede que más. 

Marta vive con su novio en una de las casas de su madre, que tiene creo que tres. Dos en la misma calle, aunque separadas por casi un kilómetro de distancia y cuatro cruces de calles con semáforo. Y otra en Santa Pola, más pequeñita, provincia de Alicante. Yo nunca he estado allí. Tampoco en Benidorm. Ni siquiera en Teruel, aunque me consta que existe. 

Tino está sin trabajo desde hace poco más de un año. No encuentra nada, ni de lo suyo ni de lo otro. Le indemnizaron con cuatro míseros duros, ya que el "espabilao" de su jefe primero le mandó a un invento para joder al currela al que bautizaron como ERE. Así, con mayúsculas. Que viene a significar algo así como "estás jodido, pardillo". Tino es una buena persona. Marta me consta que también, aunque ya no se... Ambos sangran si se cortan. Ambos tienen la sangre roja. Y ambos lloraron cuando murieron sus repectivos padres. Tino le llamaba aita. Marta le llamaba papá. Los dos hablan a menudo de él. Tino aun le echa de menos. Marta también

Tino vive de lo poquito que le pagan unos señores a los que no pone cara llamados "el paro" y del catastrófico sueldo de su mujer, cajera a doce horas de una gran superficie que factura grandes millonadas al mes. Ella tiene una amiga soltera, venida de lejos, de algún que otro país, también con dos hijas, en este caso dos niñas, a la que el Estado le paga por estar sentada en su casa contando azulejos más de lo que gana ella en la caja del súper aguantando pellejas y soportando la estúpida luz roja de una videocámara que no deja de enfocarla y grabarla mientras lo revisa algún soplapollas con contactos y amigos en el partido de Marta. 

Marta vive de la política. Dicen las malas lenguas que se levanta unos 5.500 euros al mes. 

Tino cuenta que de niño robó un paquete de galletas rellenas del Principe de Beckelar y cuatro naranjas en el ultramarinos de debajo de su casa. 

Marta asegura que nunca en su vida robó. 

Tino dice que la política es una mierda. 

Marta dice que ella si está en política, es por hacerle el bien a sus vecinos, incluido el pobre y amable Tino, quien parece no darse cuenta y encima no agradece el duro trabajo de Marta, quien ha tenido el bonito detalle de enviarle a su casa una papeleta con su nombre y su foto para las presentes elecciones. 

Tino a veces siente miedo. Le han atracado dos veces en un mes y en una de ellas le acompañaba su hijo pequeño, que no dejó de sonreirle al dulce atracador ajeno a sus intenciones y acciones, quien tras ser detenido y comprobada su abultada ficha policial, fue puesto inmediatamente en libertad gracias a unas leyes que, al contrario que las de Tráfico o la del tabaco, no se pueden modificar. Tampoco se puede modificar la Ley del menor. Pobres niños. Asesinos, pero niños. Inocentes niños. Asesinos inocentes niños de niños más inocentes aun y más pobres, si cabe. Asesinos que por ser niños, no sólo no pisan la cárcel, sino que además sus muertes no les cuenta como antecedente. 

Marta va siempre acompañada de dos señores de anchas espaldas que le cubren la suya. Y tiene licencia de armas, aunque a pesar de lo abultado de su bolso, jura y perjura que no lleva hierro ninguno con ella. Y puede que, y solo digo que puede, sea por ello, que tampoco lo sé, que a veces sucede que cuando alguien la insulta o la mira con cara de genio en la calle, aunque no la reconozcan y sea solo por, por ejemplo, colarse en la cola del súper donde trabaja la esposa de Tino, se permita levantar el dedo corazón, ese del medio de la mano, "da igual que derecha, que izquierda, que ambas son igual", a la vez que sonríe como queriendo decir - jódete, imbécil!-. Yo no sé si eso es verdad, pero así lo cuenta con gracia y sin gracia alguna a la vez la madre de los hijos de Tino. 

Tino dice que todos los políticos son unos sinvergüenzas y unos ladrones. 

Marta dice que no es verdad. Que puede que haya algunos chorizos, pero que los de su partido nunca lo fueron. Que ellos lo hacen todo muy bien. Que todos los imputados lo están por envidias y encerronas mal paridas. Y que ellos solo han recogido lo que otros les dejaron. 

El otro día fue jornada de reflexión y Tino se pasó el día muy preocupado reflexionando: - ¿Como sacaré adelante a mis hijos cuando se me acabe esto del paro? ¿Y si mañana despiden también a mi mujer?-

El otro día fue jornada de reflexión y Marta se pasó el día muy preocupada reflexionando: -¿Conseguiremos quitarle el poder a los putos sociatas de mierda? Puede que sí. La campaña ha sido realmente buena.- O no, calla, que no es así. Que Marta era sociata. Los malos eran los otros, los de la gaviota. O no. Coño, no se qué me pasa, pero últimamente siempre me acabo liando con pequeños detalles. Sin demasiada importancia, eso sí. 

Hoy han sido las elecciones. Tino está agobiado. No entiende una mierda de política y tampoco quiere entender. Su motor lo alimentan sus dos niños y su mujer. Solo sabe que ha sido domingo y que ha echado de menos a los pequeños. Y los pequeños le han echado de menos a él. Solo sabe que ha sido domingo y que se lo ha pasado sentado en una minúscula silla de colegio infantil donde a diario se sientan niños de nueve y diez años, y se ha pasado el día diciendo trescientas veintisiete veces "vota". "Vota". "Vota". Solo sabe que una carta certificada y urgente le dijo hace un par de semanas que tenía que pasarse obligado el domingo enterito sin mujer y sin hijos allí. So pena de cárcel. So pena de multa. So pena de "en busca y captura". So pena de "yo ordeno y tú obedeces, so gilipollas". Y todo por un bocadillo. Y por un puto puñao de euros. Por vivir en democracia. "Vota". Puta democracia. "Vota" Falsa democracia. "Vota". "Vota". "Vota". Para lo del terrorismo, hemos de ser todos una piña. Para la delincuencia común, te buscas la vida, pringao. Si a tu hijo lo mata una bomba, cuarenta años de cárcel al que la puso y otros cuarenta al que la mandó poner. Si a tu hijo lo mata el yonki del barrio, pobrecito drogata. Con siete años de talego escarmienta. Y con un amiguito bien cerca, no se nos vaya a suicidar. Y como recurras, te cargan las costas. Por tonto del culo. 

Hoy han sido elecciones y Marta está muy contenta. Su voto ha parecido una gran fiesta. Estaban hasta los de la tele. Ha comido pulpo a feira, percebes y chuletón de Galicia con sus compañeros de partido en el mismo restaurante del hotel donde suele alojarse el equipo ese de catetos millonarios cuando juegan contra el equipo local. 

Tino y el resto de esclavos aun no han hecho recuento de votos, pero Marta ya ha salido de nuevo en la tele diciendo que habían ganado. Que por fin llegaba el cambio. Y lo celebra con risas y champán. Risas alegres y champán del bueno. Habían ganado. Marta había ganado. Mientras, Tino solo buscaba el momento de pirarse a su hogar y de echarse a dormir. Ni siquiera de abrazar esa noche a sus hijos, pues sabe que cuando llegue a su casa, llevarán horas durmiendo. Ajenos, gracias a dios o a quien sea, a todas las barbaridades de los adultos. Ajenos a tanto y tanto hijo de puta. Ajenos a todos aquellos que no solo se ríen de mi presente, sino también de su futuro. Del futuro de aquellos dos niños que ahora duermen sin haber visto en todo el día a su padre. Al amable "indignado" y quemado Tino. Al presidente de mesa por el Artículo de "me sale a mí de las pelotas"
Y eso que Marta había ganado. Y eso que Tino no había perdido. Tampoco había ganado. Tino nunca ganó. Tino nunca perdió. Ni ahora ni otras veces. Siempre, y ahora también, se había quedado exactamente tal y como estaba. Como hace un año, cuando se quedó en el paro. Como hace seis meses, cuando seguía en el paro. Como hace nueve años, cuando también fue un parado. Ahora volvería a pasar de nuevo desapercibido. Hasta el año que viene. Hasta las generales. Y ahora, igual que antes, Tino estaba Jodido. Bien jodido. Y eso que Tino también votó. Aunque solo fuese en honor a su abuelo, al que nunca dejaron votar. Entonces había una dictadura y todo el mundo lo sabía. Ahora hay otra y pocos logran darse cuenta. 

Cualquier parecido con la coincidencia, no es más que pura realidad. No le den más
vueltas, no sea que encima les vayan a ilegalizar.