martes, 5 de diciembre de 2017

Valentina



Hoy la vi, sonriendo por primera vez en su vida. Valentina. 75 años, si no son más. Creo que su marido la pega, aunque nunca lo he visto. Lo creo, porque en los 80, Andrés presumía ante sus vecinos de hacerlo. También se jactaba de ser el más macho del barrio. 

- Valentina, cuanto tiempo, que es de su vida? 

- Aquí andamos, hijo. Feliz y contenta. 

Poco después, me enteré de que Andrés había muerto. 

Duro, pero comprensible. 

- Me alegro de que todo la vaya tan bien, Valentina.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Que viene que viene, uh, uh!

Joder, a cuenta de la inminente llegada de la puta y odiosa Navidad, hoy me he levantado de la cama con un jaleo monumental en mi cabeza. No sé si habrá sido el efecto del mal tiempo, de que es domingo ( y mañana lunes, y yo odio los lunes), de los churros artificiales que me he desayunando, de alguna extraña pesadilla durante el mal sueño de la noche, o de la tortilla de pastillas (que no patatas) que a diario y por culpa de mi psiquiatra, le meto a mi cuerpo. Veamos: el día de Navidad, nos cuentan, nació un niño llamado Jesús. Bueno, no solo llamado Jesús; llamado Jesús, y también llamado Nuestro Señor, el Hijo, el Padre, el Espíritu Santo, Cristo, Jesucristo, Jesusito (a veces a secas, a veces “de mi vida”), el Salvador, Nuestro Salvador, Josué, Jehová, Emanuel, La Palabra, El Cordero De Dios, Hijo de Dios, Hijo del Mundo, Hijo de Daniel, Rey de los Judíos...  o simplemente y como ya había dicho, Jesús. A secas. Como el apellido del estornudo. “Jesús”. Y supuestamente, nació ahora, en breve, vamos. El 25 de este mes, que hará ya de eso unos 2018 años. Jesús. El Padre. Padre, Hijo Y Espíritu Santo; todo a la vez. Vamos, que nace Jesús y nace Dios. Pero Dios ya había nacido también mucho antes (toma ya, qué lio), porque fue él, precisamente él, quien creó el mundo en siete días, empezando, toma ya, un lunes (a quien coño se le ocurre). Bueno, crear crear, lo creó en seis días, que el septimo fue, dicen, que para descansar, aunque yo me voy más bien por el lado de la monumental resaca de las copas del sábado, que cuando aquello, aún no existían las marcas y todo debía de ser garrafón. Así que, el rollo ese de que venimos del mono, podría ser todo mentira. Un bulo, vamos, salvo, claro está, que Adán y Eva hubiesen sido monos, que aquí todo cabe. Y con lo de monos, no me refiero a guapitos de cara, buen cuerpo y esas cosas, se sobreentiende, sino a monos; de los de “uh uh uh, uhaaa uhaaa” y cacahuete diario. Fuera aparte, entonces, de esta desechada teoría, yo conozco a varios que, ni de Dios, ni del barro (que esa es otra, lo del barro, anda ya!), ni del mono. Conozco a unos pocos que vienen del cerdo (nada de ibérico; del cerdo rosado), a un par de ellos que vienen del elefante, a varios que vienen de las gallinas y a siete u ocho, que vienen del buitre carroñero, animal favorito, por culpa del desamor, del gran músico y poeta extremeño Robe Iniesta, totalmente desconocido, posiblemente, para muchos regetoneros y amantes del trap (Rosalía incluida), pero un puto crack para el resto de la humanidad. 

El caso es que, ahora, en breve, nos veremos celebrando, un año más, el nacimiento de un niño que, más que un niño, fue de todo menos niño. De un niño del que pocos, muy pocos, sabéis nada, pero que nada de nada, desde pasado el día de los Reyes Magos, en que le jartaron a oro, incienso y mirra (que salvo el oro, menuda puta mierda de regalos para un niño en Reyes), hasta la extraña Semana Santa de 33 años después de su extraña muerte.  Porque al menos, nacer, nació siempre el mismo día, el 25 de diciembre (fum fum fum), pero morir, un año dicen que a finales de Marzo, al otro que a mediados de Abril, al siguiente, otra vez que a principios. Y es que, con tanto cambio, nadie con dos dedos de frente puede creerse semejante majadería... ¿Cuando murió realmente? Menos mal que al final resucitó, porque sino, a ver qué coño hubiesen puesto en su lápida y en su esquela: “fallecido entre el 17 de marzo y el 28 de abril, por ahí más o menos, del año 33 después de él mismo (osea, después de Cristo)”. Pero bueno, daremos la historia por buena, no vayan a llamarnos blasfemos y a señalarnos con el dedo en bodas, bautizos y funerales, que es cuando podrían verme merodear a mí por las cercanías de una iglesia. Y me reitero: por las cercanías. Que mala suerte sería también, que no hubiese cerca un bar (que a veces ha pasado ya, claro, y entonces tienes que alejarte un poco más, hasta dar con uno). Y eso, lo dicho, bodas, bautizos o funerales. Que ya no sé cuál de todos ellos me da más miedo, porque los funerales son jodidos y se llora, pero al menos, si consigues hacerte el loco y desaparecer cuando algún colega "bienqueda y bocachancla” te dice lo de poner pasta para una corona o un puto ramo, te salen gratis. Lo de las bodas roza ya el abuso, y es que, des la pasta que des, siempre tienes la sensación de que los recién casados ya no te vuelven a mirar igual. Jamás. En la vida. "¿Habré dado poco?".  Fijo que ha sido eso. Des lo que des, siempre va a ser poco. "¿O es que con el pedo de ayer, se me habrá olvidado darles el sobre?"; “y si no se lo he dado, ¿qué coño he hecho con él?"; "¿se lo quedaría la tía aquella tan extraña que me ligué anoche, que yo creía que en broma, me dijo: son 300 euros, cuando acabó y se marchó y en vez de llamarme por mi nombre, me dijo <>?”. 

En fin, que me estoy yendo por los cerros de Ubeda. (Por cierto, ¿alguien sabe de donde viene esta expresión? En la Biblia no viene nada, pero seguro que en Wikipedia sí, y hay que abrirse un poco la mente). Úbeda... pero si ni siquiera sé donde cojones está, ni mucho menos, si habrá cerros allí. Y hablando de biblias, que antes, casi todo el mundo tenía una en la mesita de su habitación. Ahora no, ahora tenemos un iPad, un eReader con más eBook dentro de los que podamos leer en siete vidas, una lámpara de led, un kleneex usado con mocos secos de varias noches y el móvil cargando. El móvil siempre cargando. Ah, y unos cuantos blister de diferentes tipos de pastillas. La edad; la puta edad. Es pasar de los 40, y hacerte íntimo de la chica de la farmacia, oye. 

Resumiendo, que me lío y ya no sé qué era lo que quería decirles: que vale, que el 25 del mes en curso, nació un niño que no solo era un niño, pero que a día de hoy, no me ha quedado para nada claro, ni su nombre, ni su función. Y si ya no me ha quedado para nada claro ni su nombre, ni su función, ni tampoco su muerte, ni su resurrección, no voy a sacar el tema de su madre, la Virgen, porque si niño solo hay uno, madre debería de ser igual: un niño, una madre, pero no: tenemos... ni sé la de vírgenes que tenemos: a la Virgen del Carmen, a la del Rocío, a la Pura y Dolorosa, a Maria Auxiliadora, a la de los Remedios, la de la Esperanza, la del Camino, la de las Angustias, la del Pilar, la de Begoña... Y así, creo que hasta cerca de cien. Y unas se aparecen y las otras no. Unas hacen milagros y las otras no. Y cada una, con su festividad en el calendario, su jolgorio con verbena y bailes regionales, cada una en un pueblo y con sus adoradores, como única virgen y madre de Dios, de Jesús, de Jehová, de Josué, Emanuel, El Cordero de Dios, o yo que sé. Porque dile tú a un devoto de la Virgen del Rocío o de la del Carmen, que por un par de días se vaya de romería a adorar a la virgen de Begoña, que te dice que la suya le da mil vueltas a la tuya y que la única verdadera es la suya. Y hablando de la virgen de Begoña, que anda que no dan la brasa aquí en mi tierra con que es la virgen de Bilbao, que hasta la “amatxu” que le llaman. Pues no, cojones, que no, que la virgen no es de Bilbao. Que la virgen nació en Nazaret. Y si te descuidas seguro que hasta cobra la RGI (Renta de Garantía de Ingresos) y tiene piso gratis. Y ayudas. Y comedor social. 

En fin, que se acerca la navidad. Lo sé ya por el montón de gilipollas que decoran sus ventanas con luces de colores, como si sus casas fuesen puticlubs baratos de carretera, por los que cuelgan de las ventanas "papanoeles", olentzeros o similares, y porque me han quitado la sección de libros y discos en el súper (la cultura no interesa durante el año, como para interesar en Navidad...), y me la han llenado, por una parte de turrones, bombones y mazapán, y por la otra de millones de juguetes. 

En fin... que el mismo día de nochebuena, volveré, casi seguro, a contarles, aquí mismo, en mi muro, “Mi Otra Historia De Navidad”. La de Borja. Mari. ¿Alguien la recuerda? 

PD. Hoy me ha dicho mi mujer, que el próximo fin de semana colocaremos el árbol de navidad en casa. Si alguien tiene algún plan mejor para entonces, por favor, que cuente conmigo. Aunque sea para jugar un partido de fútbol. O para repartir comida china a domicilio. Cualquier plan siempre será mejor, que colocar el puto arbolito de navidad. Me apunto.

(Salva Belver)

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Yo También Fui A EGB





20 de Junio de 1986. No sé si estoy triste o contento. Los sentimientos chocan entre ellos. Es viernes, pero un viernes de esos que son un poco más raros que los viernes habituales que tanto gustan. Ahora os contaré el porqué. En breve, darán las 5 de la tarde en mi Casio negro, creo que modelo F10, con luz, alarma y con ese “pipí” que suena a todas las en punto y que mola que te cagas, me levantaré de este “pupitre adosado” para dos, con algo más de la mitad del barniz saltado, lleno de agujeritos hechos con las agujas de mil compases y algún que otro nombre de chica grabado, envuelto en corazones y escrito, borrado, reescrito y vuelto a reborrar (¿amor y desamor o simple mala leche?), saldré por esa puerta de color azul y no volveré a tener que soportar los feos de José Luis, ni los aires de grandeza de su mujer, Mariangeles, quien por cierto, huele a rayos, algo así como a mezcla de regla rancia y no aseada y amoniaco, dos de mis profesores a los que, algo me dice, nunca olvidaré. O mejor dicho, nunca dejaré de odiar. De hecho, creo que les sigo odiando tanto o más que el primer día. 

Y es que, hoy, 20 de junio del 86, es mi último día de cole. Mi último día de EGB. De octavo de “egebé”.  Aquí, en este colegio del barrio bilbaíno que me ha visto crecer. Zorroza. En Fray Juan, donde tus padres siempre te dijeron que no cogieses nada que te diese algún desconocido al salir de clase, que podría ser droga. Como estaba barata... y los narcos la regalaban, pues eso, que en una puerta repartían albumnes de cromos y en la otra droga. Yo creo que mis padres siempre lo creyeron así. Y lo siguieron creyendo cuando crecí y siendo ya adolescente, salía de fiesta. “Nunca dejes de lado el vaso en el pub, que te pueden echar droga”. Si si, a 10.000 pesetas el gramo, negocio redondo para el camello, papá. (¿10.000 pesetas?  ¿Qué coño es eso? Se dirán los más jovencitos). En fin, al grano, que me pierdo. Fray Juan. El primer lugar del mundo donde, creo, he conocido la amistad. Y por eso, hoy, 20 de junio del 86, es un día en el que siento un poco de miedo, porque sé que junto con las clases de este colegio, abandonaré también a muchos de mis amigos. O me abandonarán ellos a mí. Son otros tiempos. Aún no existe el teléfono móvil, ni los emails. Tampoco tengo Facebook, WhatsApp ni Twitter. Y Ramón no solo se ha enfadado conmigo, sino que encima nos hemos peleado y me ha mordido. Fue el otro día, no hace mucho, a la salida, por la tarde, por culpa indirecta de una de las chicas de clase. La “Moni”, que sé que no la gusta que la llamen así, pero ale, una por otra. “La Moni”. Y asunto zanjado. 

Son las 5 y pico de la tarde y me voy a mi casa. Hoy bajo por el puente, aunque normalmente suelo bajar por las vías. Creo que es más corto, si no te pillan las barreras abajo, claro. Pero el puente mola más. Cuando pasan camiones por debajo, este se mueve. Estoy contento; a la mierda con el cole. A la mierda con la puta de la Mariangeles y sus putas clases de Lengua. ¿O eran de historia? A la mierda con la Inés, que era maja y encima me consta que me aprobó por la cara al final de curso, pero con ella terminaba siempre castigado en el pasillo, y aunque era divertido, porque gracias a tantas horas de pasillo, me aprendí varios pasos de breakdance, era un tanto humillante. Y a la mierda con el cole entero, qué coño. Pero... ¿y mis amigos? ¿Y esas chicas que tanto me gustaron? Anteayer una y ayer otra... ¿Nos seguiremos viendo? ¿Se seguirán acordando de mí? ¿Sentirán este mismo vacío en el estómago, que ahora siento yo? No, seguro que no. Seguro que este sentimiento, será pasajero. En breve, después del verano, para ser más exactos, unos se irán al insti, otros a algún centro de FP, después, me llamarán los hijos de la gran puta esos que llevan lo del rollo de la mili, y me obligarán a cumplir, año y pico vestido de verde, con un estado que nunca me ha dado ni me dará nada, me pondré a trabajar en algo que, aunque en principio me guste, luego acabaré odiando, me echaré una novia de esas que apenas me querrán y convertirán mi vida en un tormento y me olvidaré de todos ellos. O de casi todos. Algunos seguirán al pie del cañón. Es el caso de Juan Carlos, que mi intuición me dice que, si algún día tengo hijos, él será sin duda el padrino del primero. Espero poder cumplirlo. Aunque de vez en cuando, nos robemos las novias. 

Y la vida empezará a repartir. “A este le dejo en Soria. A este par de raras en Galicia. Este va para Asturias. Este a Zaragoza. A esta la enviaremos un poco más cerca, a Santurtzi, pero bien escondida del mundo egebero. Esta para la margen derecha. Un par de ellos al extranjero. Bien lejos, que se jodan. Siete u ocho van para Barakaldo. A unos cuantos, les dejaré por el barrio, pero les concederé el don de la pasividad y que os quede claro que será algo que os pasará a todos. Pasividad. ”. 

Y la vida que sigue. Dale que dale. Pasan los meses. Pasan los años. Y vas madurando. Que no solo la fruta madura. Prosperas, te casas o te arrejuntas, depende, o te quedas vistiendo Santos, que también es una buena opción, y así nadie te riñe cuando meas fuera, cuando tiras el vino en la mesa o cuando la magdalena es más grande que la cantidad de leche que va a ser capaz de absorber de la taza y termina como el vino: buscándose un sitio por la mesa, y por responsabilidad de la ley de Newton y otra no escrita sobre los líquidos derramados, haciendo regueros caminito del suelo; pierdes a gente de esa forma que, aunque un cura o un beato convencido te digan que no y te hablen de la resurrección, tú sabes que ya es “para siempre”, tienes hijos (o no, depende de lo listo que seas)... de pequeños, te los comerías, de adolescentes, te arrepentirás de no habértelos comido... A veces te cruzas con algún compi de cuando la EGB, al que a veces también le sueltas un “hola”, seco, muy seco a ser posible y poco más. A veces te haces el loco y pasas de largo, pero te curas el ego, echándole a él la culpa: “será hijo de mil putas, que ni me ha mirado...”. Y te alejas, como herido, pero sabiendo que te ha dado igual. “Y lo viejo que está el muy cabrón” 

Y cuando ya parece estar todo perdido, cuando estás más cerca del morirse que del haber nacido, cuando la nostalgia es más fuerte que el propio paso del tiempo, cuando en las librerías, cien mil títulos de última moda en sus estanterías nos recuerdan que nosotros fuimos chicos y chicas de EGB, se genera una especie de magia. Pero magia de la buena, de la que no tiene truco oculto, de la de verdad. Nos juntamos. Da igual como y porqué. Pero, 30 años más tarde, nos juntamos otra vez. Bueno, no da igual. Nos juntamos por culpa de la de las Arenas, que por chulería y por llevarme la contraria pone la primera piedra del proyecto. Bueno, y la segunda, y la tercera. Pero lo digo bajito, que luego se crece y no hay Dios que la aguante. Pues buena es... Un grupo de “güasap””, Una cerveza. Un par de cafés. Un té de colores (como en botica, aquí hay gente para todo). Una comida. Un ala junto a una pechuga aceitosa que vuelan. Un poco de música, de los 80, por supuesto. Unos bailes. Confesiones. Anécdotas de toda una vida sin contacto. Pues yo... pues yo... pues yo... pues anda que yo... Amistad en estado puro al fin y al cabo. Aunque hayan pasado tres largas décadas. Toda una vida. 

Y en esas estamos. Te despiertas, y están ahí. Te acuestas y están ahí. Te sale algo mal a lo largo del día, y están ahí. Te sale algo bien y están ahí. Te cuentan. Te escuchan. Te aconsejan. Te riñen. Se ríen. Te ríes. Los chistes mañaneros. Los madrugones de los pobres... Veinte mensajes. Cincuenta. Cien. Doscientos. Mil ciento cincuenta... Tresmil. El móvil petado. Os dejo, que tengo que formatear. Pues menuda mierda de móvil. Que te compres un iPhone. No, que yo solo me compro peces de colores… Y así un día tras otro, camino del año. 

Yo también fui a EGB. A las dos. A la EGB de los 80 y a la EGB del 2017. Y si tuviera que elegir, me quedaría con esta. No están ni Mariangeles, ni José Luis, los dos cabrones que me amargaron mis últimos años en fray Juan, y vosotros habéis crecido en todos los sentidos. Gracias, amigos. Porque, os puedo llamar amigos, verdad? Gracias por esa segunda EGB. Y ahora os dejo, que me toca Naturales, y aquí nunca me entero de nada. Aunque bueno, da igual, si total, voy a suspender…

miércoles, 12 de julio de 2017

Mi Dios




¿Creo en Dios o no creo en Dios? Buena pregunta. ¿Existe, o no existe Dios? Antes sé fijo que creía. Hace años, muchos años ya. Sabía que existía. Cuando me confirmé, allá por el 91. O cuando tomé la decisión de confirmarme, allá por el 86. Cuando acudía a la iglesia a menudo y escuchaba atentamente las lecturas que allí me ofrecían. Fue el propio hombre, bicho ruin donde los haya, quien, con sus estupideces y sus delirios de grandeza, iglesia católica incluida, como no, consiguieron ponerme a dudar. Porque creer, sigo creyendo, pero a mi manera. Porque mi Dios no es como el que ellos me quieren vender. No es como el que ellos me pintan a diario. Mi Dios no da miedo, ni siquiera lo pretende. Mi Dios no castiga al que se equivoca o hace algo mal, ni tampoco al que duda, porque dudar es de sabios y afirmar o negar, de ignorantes. Mi Dios no asusta, ni abandona en el limbo a un bebé por el mero hecho de no esté bautizado. Mi Dios no es rencoroso, ni prepotente. Mi Dios no apoya las guerras, ni mucho menos, se sitúa del bando aquel que las provoca. No entiende de patrias ni de banderas. De fascistas, ni de independentistas. Mi Dios no necesita adoración las 24 horas del día, tampoco necesita mis rezos, ni lanza rayos contra quienes no creen en él o incluso blasfeman. Para mi Dios, no existe el pecado. ¿Qué cojones es pecar? ¿Y quien cojones es un cura para confesarme y librarme los pecados que no he cometido? Ese cura es humano, como yo, nació de un polvo como yo, y por las mañanas tiene erecciones, como yo. Mi Dios no está pendiente de mis plegarias. Mi Dios no me escucha cuando le pido que me toque la lotería. Tampoco cuando le digo que no se muera mi amiga, aquella que al final no superó su mierda de cáncer y murió antes de lo previsto. Tampoco me aclaró nunca porqué cojones no me dejó despedirme de mi padre cuando murió, si mi padre sí que creía en él y era tan bueno, que se lo había merecido. Mi Dios no puede atender a 400 millones de ruegos y súplicas al minuto, algunas tan absurdas como que mi novia me quiera toda la vida, que apruebe una oposición sin antes haber estudiado o que no se muera el abuelo; alma cándida, que el abuelo tiene ya 97 años y o se muere, o va a empezar a oler en vida. 

Mi Dios no es el responsable de la curación de tu cáncer. El responsable directo, es el equipo médico que te atendió. Mi Dios no te te ha echado de casa. Han sido los del banco, con la ayuda del gobierno y su injusta justicia de mierda. Mi Dios no quiso que ocurriese aquel accidente en el que murió tu hermano. Fue culpa de aquel hijo de puta, que bebió y se drogó cuando no tenía que haber bebido ni haberse drogado antes de coger su coche. Mi Dios no cultiva ni trafica con drogas. Lo hace el hombre, por dinero, solo por dinero. Y tú hijo se droga por su puta mala cabeza, no por culpa de Dios. Mi Dios acepta a todo el mundo, ya sea homosexual, bisexual, heterosexual, blanco, negro, albino, aceituno, guapo, feo, de izquierdas, de derechas, cocinero, minero, tonto del culo, torpe, hábil, pajillero o prostituta. De lujo o de esquina, una puta es una puta y eso también le da igual.

Mi Dios se avergüenza cada vez que muere un niño. Cada vez que un ataúd blanco es facturado en la tienda de ataúdes. Mi Dios se avergüenza cada vez que se da un paseo por la planta de oncología infantil de cualquier hospital. Cada vez que el hombre empieza una guerra. Cada vez que se fabrica una pistola, aunque sea de juguete. Mi Dios se avergüenza cada vez que un hombre la usa, aunque solo sea para desenfundarla y no para disparar. Cada vez que un hombre sangra por culpa de otro hombre. Mi Dios se avergüenza cada vez que un hombre llora, sea de pena, de rabia o de dolor. Sea este dolor físico o mental. Cada vez que yo estoy triste, deprimido o de bajón, con razón o sin ella. Porque la tristeza o la depresión, ni siquiera Dios sabe por donde agarrarlas. 

Mi Dios no habla de familia. No está casado. No tiene hijos, ni si quiera tiene chica. Tampoco tiene nietos, primos o hermanos. Nunca ha dicho que las familias comiencen por hombre y mujer. Las familias son una simple continuidad de otras familias que se acaban fusionando, de abuelos a padres, de padres a hijos, generación tras generación, en la que todos tienen cabida, independientemente de la orientación sexual, religiosa o política de cada uno. Mi Dios habla de respeto. De profundo respeto a todas las ideologías y géneros, mientras no causen daños a terceros, ni a ellos mismos. La excusa de los “colaterales”, que tanto le gusta al hombre, tampoco le sirve. Y quién moralmente no lo acepte, tiene un serio problema, dice mi Dios, psicológico, de autoestima, inferioridad, arrogancia e intolerancia. Porque a veces, sucede que quienes más dicen adorarle, son quienes más pecan de intolerancia con sus aires de grandeza y quienes más pasivos y dudosos se muestran con él, son aquellos que mejor siguen sus pasos, marcados por una bondad que no conoce límites. Conozco cristianos de misa diaria más malos que la tiña. Y ateos que se desviven porque su en su entorno solo se respire felicidad. 

Y estoy en mi derecho. Sé de Dios tanto como ellos. Que no vayan de listos, que a algunos se les da muy bien. Yo nunca le he visto. Ellos tampoco. Ellos dicen que hablan con él a menudo. Yo hablo con él mucho más que todos ellos, casi todos los días. Y sabe que tengo mis dudas, porque yo se lo cuento. Que no sé si creo o no creo, pero que no es culpa suya, que es culpa del hombre y sus cuentos. Le he dicho que la iglesia como tal, es una gran mentira, una estafa, un negocio y que viven gracias al miedo y a la ignorancia. Y Dios no me lo ha afirmado, pero tampoco me lo ha negado. Solo me ha sonreído, como quien sonríe a un niño que pregunta sobre sexo antes de tiempo y no sabes qué responderle, porque aún no está preparado para la verdad, pero sabes que no va mal encaminado.

Y en una de aquellas charlas con Dios, una tarde me dijo: - mira Salva, da igual que creas o que no. Da igual lo que reces e incluso que no reces. Tú sé buena persona y ayuda en todo lo que puedas a los demás. Nadie te agradecerá nunca nada, tus iguales son así, ásperos, desagradecidos, egoístas, pero tampoco buscarás nunca tú ese agradecimiento. Y sobre la iglesia, ay sobre la iglesia... si yo te contara sobre la iglesia, amigo Salva, ay si yo te contara... Pero eso mejor otro día. 

Adiós, amigo Dios, adiós, le dije. Y se marchó. Pero sé que volverá pronto para hablar conmigo de nuevo, porque sabe que mis conversaciones con él son sinceras. Me recuerda un poco a cuando hacía la mili. Conmigo, en el cuartel, estaba Iñigo Larrainzar, un jugador de fútbol, entonces del Osasuna, que más tarde jugó en el Athletic. Todos querían ser amigo suyo y todos le doraban la píldora. Yo también me juntaba mucho con él. Y una tarde me dijo: “con el único que me encuentro a gusto, es contigo, tío, porque como no te gusta el fútbol, sé que no estas conmigo por interés, pero de todos estos, no me fío de ninguno”. Pues con Dios me pasa parecido. Como yo no le hago la pelota, le gusta charlar conmigo. Y no veáis la de cosas que me cuenta de vosotros, qué vais de cristianos y no sabéis ni lo que es... 

En fin, que si un día me necesitas, que me llames, que Dios me dijo, eso sí, ayuda a quien lo necesite, que en el fondo, creáis o no, todos estáis demasiado solos. Hasta los que presumen de que no. 


(Salva Belver. Julio 2017)