domingo, 31 de enero de 2010

Las paranoias del papeo




Me contaba hace días mi cuñado, el mayor en edad pero pequeño en estatura, que en no se donde había un restaurante al que le habían concedido algunas estrellas de esas con nombre de rueda. O de tripa de verano en la playita, según se mire. Michelín que las llaman, vamos. Y que el fulano al mando del local pasaba un rato grande de dicho premio o concesión. Lo suyo era dar bien de comer a sus clientes y punto pelota, que ya es mucho. Porque comer es un verdadero placer, aparte de una necesidad, las cosas como son. Y si encima hablamos de comer bien, con la boca y con el estómago en vez de simplemente con los ojos, como ocurre en algunos sitios extremadamente pijos, mejor callar y ponerse al tema. Que aproveche y tal. Y humildad ante todo si hablamos de este caballero, que ni siquiera alardea en su local de las "michelinas" de los huevos. O eso me contaba mi cuñado delante de tres hermosos chuletones de casi dos kilos por pieza en el restaurante La Fábrica de Juán, junto a la playa de La Arena, en Zierbena.
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Por contra, de toda la puta vida ha venido quedando claro que como una madre no cocina nadie. Lo dice hasta Carlos Goñi, cuerpo y alma de Revolver, en una de sus canciones. Da igual que sea la mía que la tuya. Una madre es una madre, de eso no cabe duda. Pero también viene quedando claro que de un tiempo a esta parte, algunos se han empeñado a elevar la cocina y con ello a algunos cocineros, al mismísimo olimpo de los dioses. Porque siempre habían sido cocineros, a lo sumo "chefs", pero ahora a algunos nos los venden como creadores, como artistas, genios, investigadores o innovadores, entre otras gilipolleces propias del humano, animal adiestrado, bobo y cateto por excelencia. Como si el comer fuese un arte y los restaurantes museos, laboratorios o algo del estilo.
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Y resulta que estos días es noticia un tal Ferrán Adrià. Que ni sé como cocina, crea, investiga o innova, ni creo que lo sabré. Sinceramente, me la bufa. Pero el tío va y se curra una rueda de prensa para anunciar que durante dos años va a cerrar su restaurante. Que pena, verdad? Sí, que pena... Estudiar una carrera de periodismo para acabar tomando apuntes en una rueda de prensa donde se anuncia tan importante noticia. Casi que es mejor ser colaborador del "Sálvame" e intentar llevar a un pais al borde del rídiculo con un absurdo tsunami.
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Y es que el cocinillas - perdón si le ofendo, señor Adri - necesita reflexionar, investigar, detenerse a pensar y encauzar su profesión. Y lo entiendo, porque yo también lo necesito. Necesito descansar, tocarme los huevos una temporada y dedicarme a mis cosas, pero la señora Doña Hipoteca, fiel compañera de casi el resto de mi vida, no me lo permite. La muy puta. Pero no creo que semejante tontería sea noticia. Y si lo fuese, habría de ser publicada en un nuevo apartado denominado "absurdos y otros menesteres". Y eso que el "chef" de moda puede permitirse abrir solo medio año y ofrecer una sola comida al día. El otro medio año ya lo utiliza para investigar. Y el presente 2010 lo tiene completo ya.
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El caso es que aunque me encanta comer, nunca lo he hecho en El Bulli ni creo que lo haga, a pesar de que los medios expertos en la materia - hoy cualquiera puede ser un experto en tonterías varias - le consideren el mejor restaurante del mundo y el mejor cocinero a la vez. Toma ya. Y el de David Bisbal el mejor disco del año. Que me parto el culo yo de tales nominaciones sin sentido. Prefiero los chuletones a la brasa de La Fabrica de Juan - os recomiendo una visita a los que seáis de mi tierra -, las albóndigas de mi madre o el pulpo a feira sin espumas, sin aires y sin gelificación alguna que se curra un servidor, antes que las invenciones de un cocinero - que tampoco pongo en duda su profesionalidad - que a menudo debe de creerse que comparte mesa con el mismísimo Dios - no se confíen, que hay otros quinientos como él -. Por ello no he podido evitar contarles esto hoy aquí. Aunque no se quien es más bobo, si el fulano por sus extravagancias o el resto por prestarle atención. Lo único que saco en claro, es que cada día hay más frikis en este planeta de absurdas estrellas virtuales. Y que cada día me da más por el culo encender la tele o abrir un periódico.
 

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