viernes, 23 de enero de 2009

Con la iglesia hemos topado


Recientemente y debido al fallecimiento de una persona de mi entorno, fui testigo, siempre bajo mi humilde punto de vista, de una de esas tantas y tantas caras oscuras de la iglesia de nuestros tiempos. De los nuestros y de los de antes, pues en cientos de años poco se han sabido renovar estos señores, la cosas como son. Sin quererlo y mucho menos sin desearlo, me vi envuelto en una especie de secta consentida, con cantos eclesiásticos, ridículos acordes de guitarra, rezos, lecturas difíciles de entender y extraños hermano varios salidos creo yo de hasta debajo de las piedras, con buenas caras frente a la galería que parecen ir de buenos y samaritanos, pero que fíjate tú, me inspiran menos confianza y menos amor que el mismísimo demonio, si es que este tipo existe, claro, que cada día esta historia suena más a cuento chino cutre y desfasado.
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Y aunque no soy persona indicada para juzgar, pues el caso me roza pero no me afecta de lleno, reconozco que por un momento sentí vergüenza. Vergüenza por aquel absurdo circo y vergüenza porque al fin y al cabo quien vio aquella escena desde la grada pudo pensar que yo formaba parte de tan dantesco espectáculo. Porque claro, nadie preguntó lo que me parecía a mí todo aquello. Ni a mí, ni a los otros ajenos al reparto, pero unidos al difunto.
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Y lo que más me aprieta las pelotas, es que muchos o casi todos de aquellos hermanos samaritanos de buena fe reunidos frente a un nicho donde quizá sobrase todo aquel que no fuese directo con el infortunado Señor José, mucha cara triste, mucho rezo, pedir a Dios y mucha polla, pero en vida quizá ninguno tuvo huevos para decirle: - Don José, ¿que tal le va? yo le ayudo, ¿qué necesita? -. Y digo "quizá" porque tampoco lo tengo claro, pero me lo imagino. El hombre es así de generoso y solo santifica tras la muerte.
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Días más tarde, el destino y el puto compromiso me volvieron a sentar de nuevo en la última fila de cualquier otra iglesia y aburrido de mirar siempre al suelo y escucha el mismo ronroneo, quise prestarle atención a las palabras de quien dirigía todo aquello. Porque hagan la prueba. Yo ya la hice. Cualquier domingo de estos pregunten a los asistentes de la misa de diez, de doce, o de una, de qué ha hablado el sacerdote ese día y verán que ni el más beato de todos tiene ni puta idea. La respuesta será siempre a misma: - ¿de qué va a hablar? de lo de siempre... -. Pero yo ese día, quien por cierto, a mi edad conseguí bajar un poco la media de edad del local, que no superaría sin mi ayuda los 70, decidí escuchar y al final llegué a una fácil conclusión: ¿de verdad somos tan ignorantes de creernos semejante tontería? ¿es normal que a día de hoy sigan teniendo tanto poder estas cosas? Porque aquí un servidor, aun dudando en ciertos momentos de que realmente exista, cree en Dios, pero en mi Dios. En un Dios creador, bueno y comprensivo que entiende la puta realidad y que no castiga ni lanza llamas al que folla o se hace pajas. Que el placer no es pecado, cojones. Pecado es ser hipócrita y engañar con el más allá. Y aunque es evidente que todos somos iguales, son ellos quienes más diferencias marcan. Así que como bien dice un viejo refrán, ellos en su casa, yo en la mía ...y Dios en la de todos.
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Amén.

4 comentarios:

nomolamos dijo...

buahhhhhh,,,,,,, con la iglesia hemos topado......
un tema que daria muchas páginas para hablar..... y siempre me encrespannnnnnnn..... jejjejeje
un besazooooooooo....... sobre todo a mi cibersobriiiiiiiiiiii...

Unknown dijo...

esta bien el punto de vista tuyo, pero hay personas (no soy yo conste) que aún así no pueden ver las cosas que hacen y los siguen.

por cierto, me gusta la foto del tierno que haz puesto :D se parece al papá.

Anónimo dijo...

que tú no tengas conciencia de qué es pecado, no significa que el pecado no exista.

Mundos Azules dijo...

¿Y quien decide lo que es pecado y lo que no lo es? ¿Lo decides tú? ¿o lo decido yo? El pecado existe, claro que existe, y está en la conciencia de cada uno. La mía está tranquila y relajada. Gracias a "Dios". De todas formas, cuento una vivencia que poco o nada tiene que ver con el pecado.

No obstante, gracias por tu opinion, anónimo.