viernes, 1 de junio de 2018

Me gusta cerrar los ojos, por ejemplo, y ver...




Me gusta cerrar los ojos y ver, por ejemplo, cosas que nunca vería con ellos abiertos. 

Me gusta cerrar los ojos y verme, por ejemplo, jugando con un balón en medio de aquella calle donde vivía de pequeño. Cuando apenas pasaban coches. Y si pasaba alguno, muy de vez en cuando, simplemente parábamos el juego y volvíamos a empezarlo justo donde nos habíamos quedado al parar. 

Me gusta cerrar los ojos y verme, por ejemplo, subiendo la cuesta que me llevaba al cole, que aunque no me gustasen las clases, iba contento, porque era la única forma de ver a la chica que me gustaba. Qué coño a la chica, a las chicas, que a mí siempre me gustaron muchas. 

Me gusta cerrar los ojos y ver, por ejemplo, a mi madre cocinando, mientras cantaba una canción que decía: “yo vendo unos ojos negros, ¿quien me los quiere comprar? los vendo por embusteros, porque me han tratado mal”. Y luego seguía así: “más te quisiera, más te amo yo, y todas las noches las paso, suspirando por tu amor”. 

Me gusta cerrar los ojos y verme, por ejemplo, correr con mis amigos, después de haber tocado a una docena de timbres. O de haber robado un paquete de aceitunas en el pequeño súper del barrio. O de haber.. no, esto mejor no lo cuento. 

Me gusta cerrar los ojos, y verme, por ejemplo, sentado en aquel parque del barrio, donde solo comíamos pipas y más pipas y nos reíamos de todo y de todos. Y a eso le llamábamos felicidad. Cuanto amor dejamos allí..

Me gusta cerrar los ojos y seguir creyendo, por ejemplo, en los Reyes Magos; en el Ratoncito Pérez; en que mis padres vivirían para siempre, que eran superhéroes e inmortales. En que mi vida sería siempre así. En que los mayores siempre habían sido y serían mayores y los niños siempre seríamos niños. En que la vida era un camino de rosas y las malas cosas solo le pasaban a otros. A los malos, solo a los malos, por supuesto. 

Me gusta cerrar los ojos y jugar, por ejemplo, al hinque, a la rayuela, a la vuelta ciclista con las chapas de la Coca Cola, al barrenazo, a beso verdad o consecuencia, al pilla pilla, al escondite, al que no pita no pasa, bailar break dance, escuchar a Enrique y Ana y a Parchís, también a Modern Talking y a C.C. Catch, comprarme la Tele Indiscreta, más por las pegatinas de V, que por la revista en sí, leer el Nuevo Vale y la Súper Pop, esconder revistas donde salían tetas en cualquier lugar donde luego quedaban olvidadas, leer a Mortadelo y Filemón,  ver en la tele a David el Gnomo y a Jose Antonio Abellán en Tocata, llorar con la muerte de Chanquete, envidiar hoy a Javi y mañana a Pancho, fumar a escondidas, toser, toser, volver a toser y seguir fumando; ser un niño... un niño de verdad. Un niño inocente y sin maldad. 

Me gusta cerrar los ojos y ver, por ejemplo, a mi padre volviendo de trabajar. A mi madre poniéndole la cena, por machista que pueda sonar. Juntarme de nuevo con mi vecina Ainhoa todos los viernes en su casa, para ver en su tele nueva el Un, Dos, Tres. Jugar con ella al Monopoli y al Parchís. Celebrar los cumpleaños con Casera Cola y algo similar con sabor a naranja. Sin regalos. Solo con la presencia de tus amigos. 

Me gusta cerrar los ojos y verme, por ejemplo, de vacaciones en el pueblo. Trillando. Jugando. Corriendo. Viviendo. Bailando de verbena en verbena. Creyendo que ligabas y volviendo de vacaciones sin haber ligado. 

Y aunque ya, poco o nada queda de todo aquello, reconozco, por ejemplo, que me queda lo mejor. Aquellos momentos nunca volverán, pero muchas de las personas con las que compartí vivencias, siguen ahí. Mis amigos. Solo mis mejores amigos. Ellos saben quienes son. Daria nombres, pero sé que no es necesario. Basta con que cierres los ojos y si tú también me ves a mi, tú eres uno de ellos. O de ellas. Haz la prueba y luego me dices. 

Gracias. Por nada, por tanto y por todo.

(Salva Belver)

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