miércoles, 4 de septiembre de 2019

Ningún Ser Humano Es Ilegal

                                    



Año 1919. Hace ahora justamente un siglo. Con 14 años recién cumplidos, mi abuelo se metía de polizón en un barco, dirección a donde fuese, porque ni él sabía a donde iba, con tal de huir del hambre y con tal de escapar de aquí. Bastantes días más tarde, desembarcaba en Cuba. Sin papeles. Sí, sin papeles. Sin contrato alguno de trabajo, y por supuesto, sin trabajo. Sin techo. Sin el cariño de los suyos, de sus padres, su familia, ni el calor de sus amigos. Solo. Con lo puesto. Sin casi saber ni dónde estaba. 
Cuando hizo un poco de dinero, tampoco mucho, trabajando en lo que pudo, se compró una moto con sidecar. “Para llevar a sus ligues”, contaba él. Un día, alguien le habló de New York. Vendió su moto, cogió sus escasas pertenencias y se marchó. De nuevo de polizón. Oculto entre vete tú a saber qué. Me contó todos los detalles de aquellos viajes docenas de veces, pero nunca le presté la suficiente atención. Me contó como se metió en aquellos barcos; como hizo aquellos viajes; quien le ayyudó; como fue su vida en Cuba y como en Nueva York. Me contó hasta lo que pagó por su moto con sidecar y lo que se sacó después, cuando la vendió. También me habló de la guerra civil española, que le pilló con 31 años, ya de vuelta de las américas y justo en medio, nacía mi padre. Me contó que, mucho sinvergüenza de su mismo pueblo, en el nombre de una España negra, repugnante y fascista, le exigía dinero cada poco para dejarle en paz. Dinero que luego se lo gastarían en vino... en vino, o en putas, los muy patriotas. Los muy cabrones. Los muy fascistas. Y aún así, mi abuelo nunca les odió. Pero yo no le prestaba la suficiente atención cuando me contaba todo esto. Mi abuelo murió cuando yo tenia 22 años. Con 22 años, yo solo pensaba en coches, en ir de aquí para allá, en fiestas... en chicas... en vivir la vida... Las historias de viejos me aburrían. Lo que daría ahora yo por una buena charla de aquellas con mi abuelo... y que me lo contase todo otra vez, con todo lujo de detalles... Lo que daría ahora yo por no haber sido tan gilipollas cuando mi abuelo vivía... 
Por eso ahora, cuando mucho bocachancla y mucho fascista sin diagnosticar me dice lo de “entonces iban legalmente y con un contrato de trabajo”, al referirse a los españoles que abandonaron sus hogares buscando el paraíso en otras tierras, no puedo evitar pensar en mi abuelo. Y me doy la vuelta; no por no discutir, que al fin y al cabo, reconozco que me gusta; me doy la vuelta por educación; por no decirte lo cateto y payaso que eres. Me doy la vuelta por no enseñarte la ignorancia que te atrapa y que te envuelve. Por no mandarte a tomar por el más sucio de los culos. Por no decirte que, ni en cien mil vidas, le llegaremos, ninguno de los dos, ni tú, ni yo, a la altura del tobillo a mi abuelo. Ni al mío, ni a otros muchos que hoy sentirían asco, tristeza y vergüenza por vosotros, si os escuchasen decir que, sois tan tan patriotas y tan católicos, que preferís dejar morir a cientos de personas, sí, de personas, en el mar, antes de hacerles un hueco en esta tierra que, creéis que es vuestra y solo vuestra, aunque la tierra no tenga dueño. Nunca lo tuvo. 

Y que vuestro voto valga lo mismo que el mío... tiene cojones...


(24 de agosto de 2019) 
(Salva Belver)

No hay comentarios: