Escribí mi vida doscientas y pico veces en un papel; lo doblé despacio, cada uno de ellas en ocho partes, y lo quemé.
Respiré profundo mientras ardía, olvidando todo lo que yo tenía y recordando todo lo que yo quería, que unas veces eran la misma cosa y otras en nada se parecían.
Me di la vuelta y desaparecí, creyéndome que había ganado una batalla que, en realidad, nunca había empezado.
Me sentí como se sienten los bipolares conscientes de su bipolaridad; ahora perfecto, ahora imperfecto; ahora contento, ahora decepcionado; ahora alegre, como el payaso de color, ahora triste, como el payaso blanco; ahora agradecido, ahora sin nada que agradecer; ahora encantado, ahora desen-canta”n”do (canciones de amor y desamor)
Me sentí como se sienten los locos cuando todo les da igual. Cuando saben que están locos y actúan como cuerdos para que nadie, ni si quiera otros locos, les miren mal.
Caminé y caminé, unas veces por caminos sin salida, otras saliéndome de la senda y perdiéndome por cualquier lugar... y ya nunca me paré.
Me olvidé de reír; me olvidé de llorar; me olvidé de sentir; me olvidé de querer; me olvidé de odiar; de mirar, de ayudar, de disfrutar, de rezar...
Y creí tenerlo todo... cuando solo me tenía a mí.
Y así siempre...
Y así siempre...
Y así... siempre...
(Salva Belver)
(Septiembre de 2020).
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